De niños tiranos a adolescentes agresivos

Desde el año 2007, 17.000 menores de 14 años han sido procesados en España por agredir gravemente a sus padres, ya sea física o psicológicamente, durante la convivencia. Los casos han aumentado hasta el año 2010 en que se detectó un cierto descenso respecto del 2009 (4.995 casos frente a los 5.201 del año 2009); sin embargo, en términos estadísticos, la disminución no es significativamente representativa y, por tanto, no podríamos hablar de disminución sino de estabilización en la detección de casos.

Estas no son noticias que abran, a menudo, los telediarios, ni tan sólo que formen parte de ellos pero sí que constituyen la realidad de miles de familia en todo el país. Y, a pesar de que la conducta agresiva sea relacionada, frecuentemente, con la educación, no debemos olvidar que en los colegios o los institutos se enseñan materias ( matemáticas, inglés, historia, …) pero es la familia la que debe educar.

Pero, vamos por pasos; ¿cómo puede llegar a ser un adolescente violento para con sus padres? Debemos pensar que dicho adolescente, antes que nada, ha sido antes un niño.

 

Niños a los que no se les imponen claros los límites

Los menores que maltratan a sus padres han recibido una educación

  • Autoritaria : control inflexible de los padres
  • Permisiva : sobreprotección, no ejercen la autoridad y satisfacen inmediatamente los deseos del niño
  • los padres atraviesan momentos muy díficiles y no ejercen como tales de modo que  dejan de lado el cuidado y control del menor.
En general, estos niños – y, luego, adolescentes – no interiorizan los límites de forma clara, por lo cual no aceptan ningún control y son incapaces de asumir frustraciones. Su rendimiento escolar suele ser muy bajo. Se comportan de una forma egoísta con sus padres y, en cambio, son sumisos con los amigos  —la violencia se limita al ámbito familiar—.

Poseen una identidad frágil por lo cual son dependientes, con grandes conflictos interiores y muy impulsivos. Su blanco más directo es, principalmente, las madres, siendo la mayoría de agresores varones, aunque se recluye a más chicas por maltrato.

Desde un punto de vista evolutivo, estos niños tendrán dificultades para alcanzar los objetivos propios de la adolescencia ya que, difícilmente, lograrán consolidar una identidad sólida puesto que no aprenderán a controlar sus impulsos ni a tener una forma adecuada de relacionarse con su entorno

 

¿Cómo saber si mi hijo tiene el Sindrome del niño tirano?

Puedes releerte nuestro post “El Síndrome del Emperador” o, lo que es lo mismo, del niño tirano o del niño rey.

Os hago un breve resumen: se trata de niños consentidos, que quieren ser el centro de atención, desobedientes, que no reconocen los límites ni las normas de la familia, al contrario, organizan la vida familiar, dan órdenes a sus padres y son unos artistas del chantaje emocional de manera que gritando o llorando, consiguen todo lo que quieren… Si a su edad le consentís caprichos, malas contestaciones, malos modos, imposiciones, porque estáis cansados del trabajo, porque «no es para tanto”,”no sabe lo que dice, todavía es pequeño», o por miedo a que «coja un trauma», estáis equivocados si pensáis que ya cambiará cuando sea más mayor. Lo único que va ocurrir, con bastante probabilidad, es que tengamos el caldo de cultivo perfecto para un futuro adolescente violento, agresivo y maltratador hacia vosotros mismos pero, también, hacia sus hermanos, tutores y compañeros. Se convertirá en una persona desafiante, que impondrá “su ley” porque “lo digo yo” y que ni será feliz él, consciente de tener un problema, ni nadie de su entorno.

 

¿Qué es lo que no debemos consentirle?

  • No cumplir las reglas de casa.Tener una disciplina significa enseñarle.
  • Conseguir siempre lo que quiere. Hay que saber decir un «No» a tiempo que le ayudará a afrontar sus frustaciones y aprender a dominar sus pulsiones.
  • Resolverle  todos sus problemas. Hay que darle espacio y tiempo para que el aprenda a desarrollar sus habilidades de solución de problemas.
  • Que muestre faltas de respeto a los padres. Siempre se le dice, enérgicamente pero sin gritar, que esa conducta no se le va a permitir.
  • No debes permitirle que no te obedezca. A veces, el hecho de que nos desobedezcan nos hace “gracia” –fijate, si ya tiene personalidad– pero nos equivocamos; sólo  le estarás ayudando a imponer su poder y a crecer pensando que las normas van con él.
  • No permitas que te haga caer en sus chantajes. Precisamente, uno de los principales motivos de los “niños tiranos” es que nuestra sociedad es cada vez más permisiva de manera que educamos a los niños en sus derechos pero nos olvidamos de sus deberes que los tienen, también. Por tanto, nos apuntamos al “para qué poner límites” o “los límites son malos,no?” con lo cual les dejamos hacer, más o menos, lo que quieren.

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Y, cuando llega el día en que creemos que, ya sí, deberíamos imponer unas normas, o es demasiado tarde o los niños se han hecho los emperadores de la casa o usan el chantaje emocional de manera que si se ponen a gritarnos, nos amedentran y ellos consiguen lo que quieren.
Por tanto, es muy importante transmitirles valores a los niños y educarles en el hecho de que debemos vivir en sociedad. También es muy interesante que juguéis con ellos a situaros en el lugar del otro, porque así le fomentais la empatía que va ser clave en su futuro. También es imprescindible que no le déis aquello que quiera de inmediato porque así le ayudáis a que tolere frustaciones y que sepa controlar sus primeros impulsos, especialmente, cuando se relaciona con los demás.

 

¿Y qué hago para no mimarle en exceso?

  • No digas nunca «es que mi hijo es así» parece una rendición, por una parte, y, por otra, no es una expresión correcta; obviamente, los hijos no salen como las manzanas del árbol, sino que se forman y, sobretodo, aprenden.
  • Es básico establecer normas y límites, especialmente,en los tres primeros años de vida.
  • Si le permites todos los caprichos, dulces, golosinas, regalos,… no es un motivo para quererte más.
  • «Aunque le digo no a sus caprichos, sigue teniendo rabietas«; no te preocupes, no todos los niños maduran al mismo tiempo. Aún así, no le consientas.
  • Siempre que se dirija a los padres de malos modos debe recibir un castigo y pedir perdón.
  • No os acostumbréis a organizar la vida familiar en función de lo que «quiera el niño». Es la mejor manera de que empiece a dejar de ser el “emperador”

La adolescencia es una etapa de transición entre la infancia y la época adulta, en el que los chicos experimentan tantos cambios que puede ser una locura estar en sus zapatos. Sin embargo, el número de comportamientos violentos en adolescentes ha venido aumentando, como hemos dicho al inicio.

Los problemas aparecen cuando estos «cambios bruscos» que se producen a nivel psicosexual en la preadolescencia, de los 11 a los 14 años, pero que son normales, van acompañados de «conductas no recomendables, que sí conllevan un riesgo real», y que no tienen nada que ver con la rebeldía de un adolescente en la búsqueda de una identidad propia que le permita diferenciarse de los otros.
«Las conductas problemáticas en adolescentes tienden a agruparse y la presencia de una puede pronosticar la aparición de otras». Es en el momento justo en que es necesario intervenir

¿Cómo podemos reconocer las conductas problemáticas en los adolescentes?

Pueden ser de tres tipos:

  • Leves: el adolescente sobrepasa los límites y las normas
  • Moderadas: consume de forma regular sustancias de abuso, es promiscuo sexualmente, bajo rendimiento escolar. Habitualmente, amenaza, insulta  y tiene estallidos de ira.
  • Los padres intentan controlar a su hijo imponiéndole límites muy estrictos, aunque no lo consiguen. Ante la impotencia, muchos padres, abandonan, con lo cual se agrava el problema
  • Graves: Aparecen conductas disruptivas y peligrosas: escapan de casa, problemas legales, robos en el domicilio familiar, violencia física, absentismo o abandono escolar. El adolescente no se interesa  por las consecuencias de sus actos y asiste a terapia, únicamente, bajo presión.

Los padres se sienten derrotados, distanciados de la familia y amigos. Posiblemente, su hijo les inspira miedo y hacen cualquier cosa por evitar los conflictos. Los adolescentes poseen un menor autocontrol en la familia  porque saben que no va a pasar nada aunque sobrepasen los límites. Se establece una inversión; los hijos tienen más poder que sus padres.

 

¿Cuál es el motivo del comportamiento problemático de mi hijo?

Existen muchas razones por las cuales los adolescentes actúan de esta manera, como:

  • El adolescente se educó en una familia sin límites. Los padres excesivamente permisivos pueden provocar, sin quererlo,  que sus hijos tengan conductas irrespetuosas, las cuales se van tornando en actitudes agresivas.Muchas veces, necesitan comprender los límites.
  • El adolescente nació con un carácter agresivo y nunca fue controlado suficientemente. Las personas nacen con un temperamento, pero el carácter se desarrolla hasta los siete años. Hay tiempo para que mejore, siempre y cuando no se lo justifique ni acepte porque «él es así».
  • Una persona se convierte en violenta cuando copia comportamientos de este tipo de parte de sus padres y otros familiares. Por esta razón hay que dar ejemplo.
  • Muchas veces, los adolescentes tienen comportamientos violentos debido a que tienen problemas de tipo psicológico o psiquiátrico.Sin embargo, la mayoría de los adolescentes violentos no tiene ni trastornos psicológicos ni enfermedad mental.
  • Otra posibilidad es que el adolescente esté ingiriendo bebidas alcohólicas o drogas, ya que se ha comprobado que estas sustancias suelen potenciar conductas agresivas.

 

Los padres no sois culpables de los comportamientos agresivos de vuestros hijos

Cuando existe un conflicto tan extremo, como en estas ocasiones, el sistema familiar es muy importante para determinar la manera cómo se relacionan los miembros que lo integran, especialmente el adolescente.vTenemos que considerar que cada familia es única, distinta e irrepetible -como los individuos que la conforman- y, por tanto, existen unas relaciones de poder y unas pautas familiares que son las que se deben mantener o modificar, si es necesario.

Existen dos tipos de relaciones familiares que son aquellas en que la violencia irrumpe de una forma más frecuente:

– Relación simétrica entre los padres y el adolescente: el joven se halla posicionado a la misma altura que sus padres y ninguna de las partes enfrentadas quiere ceder. Por tanto, se establece una lucha de poder que se agrava, deteriorando la convivencia hasta unos niveles insostenibles de enfrentamiento, en los que se producen agresiones por ambas partes.

En estos enfrentamientos entre padres e hijos suelen darse pausas complementarias que sirven para pedir perdón y para dar tiempo a la aparición de los sentimientos de culpabilidad y se suele pedir ayuda profesional. Las secuelas psicológicas son menores y la posibilidad de reconstruir el vínculo, es mayor.

– Relación complementaria entre  los padres y el adolescente: Suele darse una violencia íntima, secreta, que se queda en el ámbito familiar. No hay pausas complementarias y la tensión es permanente. El adolescente tiene todo el poder, se ha convertido en un tirano, y los padres tienen muy poco poder. Las secuelas psicológicas que deja son profundas y su pronóstico es peor.

Las familias que viven inmersas en estas situaciones de violencia quedan atrapadas «en conductas repetitivas«, que no ayudan a romper ese patrón de comportamiento o que, incluso, lo agravan. Los padres se centran en erradicar el problema (ataques de rabia, consumo de sustancias tóxicas, falta de respeto a las normas…) y se deteriora la relación. El adolescente se siente más aislado e incomprendido y la conducta problemática se

 

Pautas para que los padres puedan salir de la violencia de sus hijos

No sentirse culpables; primero, porque no lo sois y, después, porque la culpa os impedirá actuar

  • Cada miembro del sistema familiar – que se halla enfermo al encontrárselo uno de sus componentes- debe intentar cambiar algo, por pequeño que sea; no podemos pretender que los otros cambien, si no empezamos…
  • Intentar diálogar. Escuchar no significa estar de acuerdo  Hay que evitar los dobles mensajes del tipo «sincérate conmigo, pero no me digas nada que no quiera escuchar» porque, entonces, promueves un dialógo agresivo-pasivo en lugar de asertivo. Una buena idea es empezar a hablar de un tema menos importante para ir llegando, poco a poco, allí donde queremos.
  • Si vemos que no vamos a poder controlar nuestra rabia, mejor dejamos la conversación para otro momento en que estemos más tranquilos.
  • No tratar de controlar al adolescente. Hacerle preguntas o sugerencias y obviar las órdenes y los “sermones”.
  • Aceptar las decisiones que tomen tus hijos y dejar que asuman sus consecuencias. Al fin y al cabo, todos hemos tenido que tropezar en nuestra propia piedra para darnos cuenta de cuánta razón tenían nuestros padres… dales tiempo.
  • Los límites deben ser claros, no difusos ni rígidos porque no facilitan el vínculo y razonables, que permitan al adolescente manejarse en el futuro. Las expectativas han de ser coherentes con los mismos.
  • Focalízate en lo positivo porque, así, podrás reforzar los puntos débiles del adolescente.
  • Cuidarse del que cuida. Los padres deben recuperar su vida social y de pareja y acudir a terapia. Es conveniente que los padres, estén o no separados, hagan equipo.
  • En caso de agresiones físicas, protegerse. Advertir a sus hijos que en cuanto vean en peligro sus bienes o su integridad física lo pondrán en conocimiento de la policía. Hay que restaurar el orden en el hogar y restituir el poder a los padres. Éstos no deben tratar de controlar a su hijo sino centrarse en sus propias necesidades para recuperar el control de sus vidas. Entonces, se puede empezar a reconstruir las relaciones familiares.

 

¿Qué puedo hacer para que mi hijo no se vuelva violento?

  • La palabra clave es la educación. Debemos ser conscientes de que los hijos son una gran responsabilidad y en nuestras manos está su futuro. Por ello, es necesario dar un ejemplo de tranquilidad en todo lo que hagamos, para que ellos nos imiten.
  • Desde que el niño nace, debemos establecer lazos de comunicación con él y evitar que se rompan a lo largo de los años. Es necesario mantener conversaciones con nuestros hijos adolescentes periódicamente, y escuchar con mucha atención lo que nos dicen.
  • Evitemos tener en casa cualquier conversación donde se hable de odio y rencor, y transmitamos a  nuestros hijos aquellos valores que consideremos más importantes.
  • Nuestros hijos se deben sentir amados, no es suficiente dar por sentado que ellos ya lo saben. El amor es el antídoto más eficaz contra la violencia. Debemos pensar que casi todos los actos delictivos que se dan en adolescentes son debidos a carencias familiares. Mantén el ánimo y mucha constancia