Pero ¿Y si…?

La otra tarde, Hugo, 37 años, profesional liberal, recién salido de una ruptura, se debatía, sentado en el sofá de mi consulta, entre las dudas de si confesar a su expareja los verdaderos motivos de su “huida” repentina o dejar pasar el tiempo, hasta que las cicatrices hubieran curado. A pesar de mis explicaciones, él, en un mar de lágrimas, insistía, “pero ¿Y si…?”

Elecciones constantes

¿Y si Hugo hubiera tomado otra decisión? ¿Y si le hubiera contado sus problemas a su expareja? ¿Y si se hubiera atrevido a decirle todo lo que piensa?

¿Las cosas hubieran sido distintas? Quizás sí, pero puede que no. En cualquier caso, nunca lo sabremos. Suelo decir a mis pacientes que los “y si hubiera dicho A en lugar de B”,” y si hubiera hecho C en lugar de D”, no sirven de nada porque, al fin y al cabo, hemos tomado unas decisiones y debemos  asumirlas, con lo cual no es que nos perdamos algo de lo que soy muy partidaria – muy propio de la psicología positiva- disfrutar del presente sino que, al contrario, lo estamos desperdiciando.

De hecho, cuando tenemos que tomar una decisión suele ser entre varias alternativas, para simplificar, A y B. Sabemos que si tomamos la decisión A, debemos abandonar la B – quizás mejor, quizás peor, no se sabe – pero en ello, se basa la cimentación de nuestra seguridad. Y, de la misma manera, al revés.

Sin embargo, nuestra mente – que, como mínimo, es igual de lista que nosotros mismos – juega con nosotros para que nos sintamos culpables ante la posibilidad de habernos equivocado en la elección y, ello nos haga sentirnos inseguros. Además, cualquier elección nos hará ir siempre hacia adelante ya que cualquier paso decidirá lo que nos pasará posteriormente.

Preocupaciones excesivas

La preocupación es normal en nuestra vida. Todos – sin excepción alguna -en algún momento de nuestra vida, nos hemos preocupado por algún suceso estresante que nos haya podido ocurrir, en cualquier ámbito de su vida. Por tanto, ciertos niveles, tanto de ansiedad como de preocupación, son inevitables. Entonces, la preocupación es una estrategia disfuncional ya que, cuando nos empezamos a preocupar en exceso, los pensamientos automáticos, generalmente, negativos, son constantes y exceden – tanto en intensidad como en frecuencia y duración – a la posibilidad real de que ocurra el suceso que tanto tememos. Cuando esto pasa, tenemos la sensación de que dicha preocupación es difícil – o incluso, prácticamente imposible – de controlar y nos invade hasta agotarnos, produciendo que la calidad de vida del sujeto “preocupado” disminuya considerablemente.

Volviendo al caso de Hugo, puede preocuparse – que no ocuparse – en exceso por el posible daño causado a su exnovia por una información que, presuntamente, desconoce, pero ¿es realmente así? ¿o la está subestimando? De cualquier forma, ¿tiene solución ya un daño causado en el pasado? Esta situación le puede generar pensamientos negativos del tipo; soy despreciable, he perdido a quien más quería por mi única culpa, alguien a quien yo le haya contado la verdad se la contará a ella… que generan emociones negativas como rabia, culpa, ansiedad y sensación de pérdida de control  de la situación lo cual le acabará llevando al bloqueo.

¿Tengo un problema?

Posiblemente…Obviamente, para saberlo, con seguridad, deberías acudir a la consulta de un psicólogo para que te hiciéramos una evaluación psicológica exhaustiva.

El principal trastorno que subyace bajo las preocupaciones excesivas, es el siguiente:

Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG)  En este caso, el mecanismo de la ansiedad se activa excesiva o inadecuadamente ante situaciones de salud, trabajo, económicas, bienestar, seguridad o relaciones interpersonales, a pesar de que, quizás, dichas situaciones no deban requerir esta preocupación.

La diferencia entre la población general y los pacientes con TAG, es que estos últimos presentan una serie de pensamientos catastróficos o negativos, los cuales se empiezan a encadenar, formando “un ovillo” de manera que cada vez se catastrofiza más, y aumenta la preocupación, con lo cual los pacientes siempre esperan que les ocurra “lo peor”, aunque no exista una razón objetiva que pueda justificar dicho miedo. Al ser más hipervigilantes, están más alertas, y, por tanto, estarán más protegidos por si ese supuesto suceso ocurriese improvisadamente. Sin embargo, eso significa que se llenan de dudas y se preocupan constantemente por todo

Sintomatología

  • Preocupación excesiva y persistente
  • Inquietud
  • Impaciencia
  • Tensión muscular
  • Irritabilidad
  • Dificultades de concentración
  • Fatiga
  • Alteraciones del sueño

Comorbilidad

El TAG se puede confundir con otros cuadros como la depresión o el trastorno de pánico, presentando una evolución gradual por lo cual los pacientes pueden tardar mucho tiempo en hacer la primera consulta al especialista y, generalmente, cuando ya está acompañado de algún otro trastorno, lo cual ocurre en el 90% de los casos.

El 59% de los pacientes con TAG cumplen, asimismo, criterios de depresión mientras que el 56%, cumplen otros trastornos de ansiedad.

Además, es un trastorno que afectará al 5% de la población, en algún momento de su vida, siendo doblemente frecuente en mujeres que en varones.

Etiología

Se desconoce la causa del trastorno pero parece ser que existen factores biológicos así como antecedentes familiares y la experiencia
Además, otro factor básico es el estrés ya que los estresores se constituyen en disparadores de ansiedad, siempre en personas que tengan una predisposición a tener TAG.

¿Son diferentes las preocupaciones del TAG  de las preocupaciones normales?

Respecto al contenido de dichas preocupaciones, de hecho, no hay mucha diferencia. Sin embargo, existen algunas diferencias por los que respecta a :

  • Las preocupaciones cotidianas están asociadas a problemas que se pueden modificar y se pueden asociar a sintomatología física.
  • Las preocupaciones acompañantes al TAG, no muestran factores desencadenantes reales o que están magnificadas. Se preocupan con mayor frecuencia de cuestiones sin importancia. Sólo “ sueltan” una preocupación, si aparece un nuevo tema.
  • Se hallan hipervigilantes ante cualquier posible peligro, que suelen interpretar de forma catastrófica, as´, por ejemplo, si oyen el sonido de una ambulancia, y alguien cercano todavía no ha llegado a casa, pueden llegar a pensar que ha habido un accidente múltiple en la autopista y que a esa persona le ha ocurrido algo fatal que pronto le comunicarán. De hecho, mientras se hallan envueltos en ese mar de pensamientos, es muy probable. que la persona querida esté llamando a la puerta e, incluso, pasé inadvertida.
  • Todo ello, suele producir elevada interferencia en la vida personal, social, laboral, con ansiedad intensa, ocasionales crisis de pánico y otros síntomas acompañantes, crisis de irritabilidad.

¿Se puede tratar?

La preocupación excesiva impide que las cosas sucedan, es ineficaz – como solución a corto plazo-para reducir la ansiedad y a largo plazo, acaba manteniendo el problema ya que el paciente sigue teniendo sensación de escaso control y, por tanto, aumenta la ansiedad. En este sentido, se deben eliminar dichas preocupaciones así como la intensa ansiedad.

A partir de aquí, la terapia cognitiva-conductual ha demostrado una elevada eficiencia para muchos pacientes, ya que les permite identificar y modificar los pensamientos disfuncionales, disminuir los sentimientos de inseguridad, tolerar la incertidumbre así como trabajar acerca de las creencias sobre las preocupaciones. Una vez trabajados estos elementos, el paciente podrá interpretar la situación de forma realista y adaptativa.

Para tratar la ansiedad, se usan técnicas de respiración y de relajación. Si la ansiedad es incontrolable, se puede usar tratamiento farmacológico pero, únicamente, como coadyuvante del tratamiento psicológico.

Además, la mayoría de los pacientes con TAG, suelen estar desbordados por sus obligaciones y tienen dificultades para priorizar por lo cual les serían útiles técnicas de centrarse en el momento presente como el mindfulness, técnicas de gestión del tiempo o asertivas.

Pautas para dejar de preocuparse en exceso

  • Identifica la situación. Para ver las posibilidades de adaptarte a ella o si necesitarás hacer algún cambio en ti mismo.
  • No evadas. Asumas, cuanto antes mejor, porque se resolverá antes el problema. Pero, para ello, es esencial mantener la calma y tener la suficiente fe en la decisión que se tome.
  • No tomar decisiones reactivas, es decir, pánico, tensión, temor y, obviamente, preocupación excesiva
  • No dudes de ti mismo Usa el problema como una oportunidad para volver a empezar la cadena de pensamiento de una manera más inteligente.
  • Nunca formules el pensamiento en negativo Si esté empieza con un “no”, nuestra mente sólo se focalizará en el “no” y se olvidará del resto de la frase – aunque está fuera menos negativa – Por ello, es importante, que hablemos siempre formulando los pensamientos en positivo y evitando iniciarlos con un “no”.
  • Es necesario contar con apoyo Sobre todo, procedente de los familiares, ya que, muchas veces, se pueden pasar momentos difíciles.
  • Acción Lo único que da resultado es la acción y, por tanto, lo importante es ponerse a ello lo antes posible. Estas acciones deben ser diversas y tales que produzcan los mejores resultados posibles, en el menor tiempo posible.

Tú eliges. Estás en una crisis pero, este es el momento de tomar la primera decisión y tú eliges si ser reactivo o proactivo. En este último caso, se trata de enfrentar la preocupación en un contexto que pueda favorecer su solución, en el presente.