Los pacientes que llevan un cierto tiempo en tratamiento saben que siempre trató de evitar la utilización de los nombres “normal” y “no normal”  por diversas razones:

          En cuanto usará dichos nombres, estaría etiquetando a mis pacientes, y,  ¿ quién soy yo, para hacerlo? En un mundo en que es muy fácil poner una etiqueta sin pensarlo dos veces, etiqueta que sólo provoca discriminación en la mayor parte de los casos, nadie recuerda quitarla y, obviamente, mucho menos, pedir excusas, ¡ no fuera a ser que sentaramos un precedente!

          Pero, tan importante como la primera, para poder decir de algo, o mejor de alguien, que es “normal” o “no normal”, el que se otorga el poder de poner la etiqueta debería saber que es aquello “normal”, dónde esta la frontera con la “no normalidad”  y, por tanto, y ante todo, su misión sería saber si yo misma ¿ soy o no soy “normal”?

Díficil tarea, parece.Especialmente, si ahora les dijera que, quizás, la normalidad no existe, es una utopía que nos hemos creado para sentirnos más cómodos en un mundo muy complejo.

¿ Alguien se ha planteado si la perfección existe? ¡Seguro! Y,por supuesto, su conclusión ha sido que la perfección no existe.El otro día, un paciente con trastorno obsesivo-compulsivo, caracterizados por ser altamente perfeccionistas, tras varios meses de tratamiento, me conseguía admitir; “ la perfección esta en algún punto entre el menos infinito y el más infinito” Lo mismo es aplicable a la normalidad.

La definición de normalidad se puede realizar desde cuatro perspectivas distintas que se complementan entre sí:

— Normalidad como salud. Esta idea deriva del enfoque médico tradicional: «uno es normal cuando está sano»; lo «normal» es que no se padezca enfermedad; en cuanto aparecen síntomas y signos patológicos el individuo se aparta de la normalidad. En el terreno de la psiquiatría ocurre lo mismo: una persona se considera normal mientras no presente síntomas de perturbaciones psíquicas,por ejemplo, depresión,ansiedad, reacciones vivenciales anómalas, etc. La forma más simplista de esta perspectiva la dio Romano (1950), que afirmó que una persona está sana cuando se encuentra razonablemente libre de dolores, molestias e incapacidades.

— Normalidad como utopía. Es lo ideal, lo óptimo, cuando todo el cuerpo  y la mente, trabajan de forma más armoniosa y perfecta.Sin embargo,esto es una utopía. Ya Freud afirmó: «Un yo normal es, como la normalidad en general, una ficción ideal.»

— Normalidad como promedio. Esta perspectiva se basa en el principio de «la campana de Gauss» que maneja la estadística. Lo que todo el mundo hace, tiene o es, se considera lo normal. Este concepto de normalidad es el que se emplea en los tests: tras aplicarlos a muchas personas, se obtienen los valores promedios y alrededor de ellos se estructuran las puntuaciones normales y anormales. Hoy en día se emplea cada vez más esta orientación para pruebas de valoración objetivas.

— Normalidad como sistema. Según esta perspectiva, la conducta normal es el resultado de una serie de sistemas que interactúan. Hay cambios temporales en la situación de una persona que entran dentro de la normalidad. La normalidad varía con el tiempo. Vamos a ver algunos ejemplos. Uno de los más ilustrativos es el de la hipercolesteremia. Lo normal y sano es no tenerla, pero el problema es tan frecuente que se considera como normal tener algo “de colesterol”. Entran en juego la norma como salud y la norma como promedio.Si el límite es 200, se puede considerar “normal”, tener 205 pero “no normal” o patológico tener 250 puesto que afecta a la salud como norma ya que puede provocar alteraciones cardiovasculares importantes                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        Otro ejemplo sería la tristeza, que no la depresión. Todo individuo puede estar un día triste porque tiene una preocupación que le ronda por la cabeza, es una tristeza comprensible, que entra dentro de la “normalidad” y no llega a constituir una enfermedad,pero sí atraviesa una fase de tristeza, por ejemplo, tras un grave contratiempo o la muerte de un ser querido cuya duración se prolonga o se tienen pensamientos recurrentes de tipo tanatolítico y/o  autolítico, con mucho llanto y alteraciones en el sueño y/o en el apetito, es una tristeza que debemos considerar “no normal” o patológica ya que llega a constituir una enfermedad.