Cómo poner límites a los niños

Hace unos días, tenía una sesión con papás y mamás de niños y niñas con trastornos de conducta negativista-desafiante u oposicionista. Y, cierto, entiendo la postura de todos ellos; cansados, agobiados e, incluso, decepcionados porque sus hijos no se corresponden, exactamente, al ideal mental que se habían hecho antes de su nacimiento. Pero, aún así, siguen siendo sus hijos; y estaban desde los que me pedían la “pastilla” milagrosa que los calmará – ¿os acordáis que soy psicóloga? ¡Nada de pastillas! – hasta que los que asentían y decían que, pues, nada si tenía la “fórmula”…

 

 

 

Estilos educativos de los padres

  1. Padres sobreprotectores. Desean ayudar a sus hijos en todas las situaciones, evitarles todos los peligros y las experiencias desagradables. Eso implica que si tienen a un niño travieso, con gusto por las aventuras, le frenarán. Si quiere hacer algún experimento con su juego casero de química o, simplemente, sacar la lavadora, los padres aparecerán de inmediato “no te vayas a hacer daño”, “no vayas a incendiar la casa” . Eso producirá que el niño, finalmente, ni haga experimentos ni saque la lavadora ni cualquier otra cosa, le costará ser autónomo, asumir responsabilidades y decisiones por sí mismo, convirtiéndose en una persona insegura y miedosa y provocando que sea una persona dependiente.
  2. Padres liberales o permisivos. Son aquellos a quienes les aterroriza la autoridad y, por tanto, los hijos consiguen lo que desean. No logran hacerse respetar porque les cuesta ponerse firmes y siempre ceden a la voluntad de sus hijos aunque tienen una posible justificación, en cualquier caso: “es muy pequeño”, ”es que eso no se lo puedo decir”, “es que me da pena”, “es que hoy no ha dormido bien”… Y, en realidad, estos padres débiles, están convencidos de que sus hijos, en el futuro, serán libres y espontáneos. Mientras, son pequeños tiranos, que imponen su voluntad, que se ponen en la cima de la pirámide jerárquica de la casa, adquiriendo tanto poder que los demás hacen todo lo que el hijo quiere y desea. Sin embargo, no todos los niños reaccionan así, sino que otros se encierran en una coraza para compensar la falta de límites y normas, por lo que tendrán dificultades para adaptarse a las mismas.
  3. Padres exigentes y sancionadores. Son aquellos padres que sólo saben exigir a sus hijos, prestando únicamente atención a lo que hacen mal y, por tanto, no aportando ningún refuerzo positivo, controlan en exceso las responsabilidades del niño, si el niño realiza una conducta “fuera de sus normas”, las consecuencias impuestas son excesivas, mostrando dificultades tanto para comunicarse como para mostrar el afecto a sus hijos. Así, la única manera que conocen de mostrar el cariño es mediante las correcciones y las sanciones porque consideran que, así, les harán buenas personas. Por tanto, sus hijos son cumplidores, respetuosos con las normas y responsables. El comportamiento esta adecuado a cada situación pero, en ocasiones, se muestran inseguros, confían poco en si mismos y se sienten culpables si las cosas no salen como se espera de ellos, haciéndose hipersensibles a la evaluación por parte de los otros lo cual les puede hacer sentirse retraídos e infravalorados.

Y ¡claro!, ¿qué estilo educativo es el mejor?

Pues, de los anteriores, exactamente ninguno. Si se ha de escoger uno; la exigencia positiva, pero  ¿Qué es? ¿Cuáles son sus bases?

  1. Elogia a tu hijo Como padres, debéis llenar a vuestros hijos de sonrisas, abrazos, guiños y palabras de ánimo, cada vez que vuestro hijo hace algo bien o lo intenta.
  2. Exigir, en su justa medida Se deben poner normas, pero no excesivas, y siempre deben tener en cuenta la edad de tu hijo así como su nivel de desarrollo.
  3. Tener en cuenta las capacidades del niño para permitirle afrontar nuevas situaciones; por ejemplo, si un niño puede empezar a comer solo, hay que permitirle ofrecer la posibilidad de intentarlo. Hay que ser tolerantes para los posibles fracasos – es posible que se tire la comida por encima- pero no por ello, hacerlo por el niño porque, de lo contrario, no se le impide crecer.
  4. Corregir con delicadeza Volvemos a comer sólo, por primera vez, no lo hará de forma correcta y lo hemos de prever. Como padres, somos los responsables de enseñarles cómo hacerlo pero sin que el niño se sienta atemorizado, cuestionado o amenazado. Así, el aprendizaje no se convertirá en una emoción desagradable y, cada vez que lo intente, le permitamos avanzar, mostrando menos resistencia a avanzar.

Y ¿Cómo educar en este estilo?

Algunos de estos padres de la sesión del otro día preguntaban “¿Qué puedo hacer para que no me coja una rabieta cada vez que le pido que haga/ no haga X?”. “¿Qué hago para que me pida las cosas sin gritar?” ”¿Le castigo, le ayudo o qué hago?”

El estilo educativo basado en la exigencia educativa nos da unas pautas para educar como son:

  • El padre debe felicitar a su hijo por su buen comportamiento
  • Los hijos deben tener una rutina
  • Las normas deben ser claras, realistas y coherentes
  • Los padres deben saber dar órdenes
  • Los padres deben evitar que sus hijos manden
  • Los padres deben enseñar a sus hijos a esperar
  • Los padres deben hablar a sus hijos de forma positiva
  • Los padres deben hablar y mostrar emociones a sus hijos
  • Los padres deben enseñar a resolver conflictos a sus hijos, focalizándose siempre en las soluciones
  • Los padres deben corregir a sus hijos, pero nunca deben atacar
  • Los adultos deben aplicar consecuencias claras y coherentes al incumplimiento de una norma por parte de su hijo o a la mala conducto del mismo

Pautas para establecer límites

  1. Sé objetivo. Usa frases cortas y concretas para decir lo que esperas o quieres que haga tu hijo, por ejemplo, “recoge tus juguetes” en lugar de otras más contundentes como “pórtate bien”
  2. Dale opciones. Si tu hijo debe realizar alguna conducta determinada, dale diversas opciones para que podáis elegir, por ejemplo, en lugar de decirle “ponte la camiseta” le puedes decir “ puedes ponerte la camiseta de Mickey o la de cuadritos”
  3. Sé firme. Tu tono de voz tiene que ser  congruente con la expresión de tu rostro pero, sobre todo, evita gritar
  4. Subraya lo positivo. Empieza diciéndole siempre lo que debe hacer antes de lo que no debe hacer y explícale los beneficios que obtendrá “camina por la acera porque es más seguro” en lugar de decirle “¡no te bajes!”
  5. Negocia. Escucha los deseos de tu hijo, dile que obtendrá lo que desea después de realizar otras, por tanto, llega a acuerdos, por ejemplo, “ no puedes comer golosinas antes de cenar pero, después, puedes tomar una”
  6. No rompas las reglas. Tanto las reglas como las responsabilidades se deben cumplir siempre porque, de lo contrario, tu hijo creerá que su cumplimiento es opcional u ocasional
  7. Nunca compares a tu hijo con sus hermanos o con otros niños y, mucho menos, le menosprecies con frases como “no te voy a querer si sigues así” o el celebérrimo “ ya no te aguanto” que, únicamente, se debe expresar en forma de desacuerdo con la conducta que tu hijo que está haciendo
  8. Controla tus propias emociones Piensa antes de actuar, las reacciones emocionales pueden herir a tu hijos